«Escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura». Si bien esta frase se le atribuye comúnmente a Frank Zappa o a Elvis Costello, no he podido encontrar una fuente que especifique cuál de los dos la pronunció primero (o si por lo menos lo hicieron). De todos modos, quien quiera que haya sido, no debe haber tenido acceso a un panorama completo del arte. Incluso si fuera uno de estos genios, o algún otro, creo firmemente que se equivocó.
Esta frase parece señalar que no hay manera de que una obra de arte trascienda su propia naturaleza y su alma recaiga en una nueva versión. Este aforismo huérfano se atreve a decretar que una foto no es capaz de inspirar una película completa, que es inconcedible que una obra de teatro se funde en los conceptos de una pintura, que no se puede bailar al son de un poema. Imagínate, tú, mi hipotético lector o lectora, que el arte sea limitado a una única forma, un solo estado, un idioma, un código, un canal, a un único ejemplar.
Todo lo contrario, el arte requiere libertad. Solo así puede romper cánones, retar procesos y plantear nuevas realidades para seguir creciendo. Y eso es lo que necesita la música, sobre todo, hoy. En especial, hoy. Hoy, como jamás lo ha hecho. Porque la industria se la está comiendo. La devora cruelmente frente a nuestros ojos y la música, pobre, es incapaz de expresarse por sí misma. No tiene como. La censuran.
Le dan el micrófono cuando se porta bien, cuando no habla sobre temas incómodos; pero cuando quiere alzar un poco más la voz la marginan. Solo se le permite ser una mascota del sistema. Y no ese tipo de mascota que tenemos algunos en casa, no un lindo animalito; sino que me refiero a las mascotas de los equipos deportivos. Esos seres de personalidad artificial que toman una apariencia divertida y que solo buscan entretenernos. La música de hoy, la que inunda las radios y los rankings, a eso ha sido reducida.
Por eso necesita ayuda. Precisa que otras disciplinas digan aquellas cosas que ella no puede. Ahí entran las palabras, el arte de la literatura, la ciencia del periodismo. Debemos decir cuando una canción es vacía, cuando un cantante carece de talento, cuando una grabación no tiene alma. Tenemos esa obligación. Por ella, por la música, que en otros tiempos nos ayudaba a expresarnos, nos alimentaba de ideas, nos planteaba horizontes antes impensados.
Desde esta tribuna, asumimos esa tarea. Vamos a escribir sobre música. Luego, quizás, bailemos la arquitectura. Ojalá que tú, hipotético lector o lectora, quieras apoyarnos. Solo requerimos tu atención.