Durante el encierro por la pandemia, Daniel Sacro, publicista argentino que radica en Perú, solo podía acceder al cielo estando en su terraza. Desde este punto, un privilegio para la vida en ciudad, él sintonizada con su interior, conversaba con su hijo y se alejaba del ruido del mundo. El resultado de esta constante introspección fue un álbum. Lo llamó ‘En mi azotea ya no hay aeropuertos’.
Hoy, que la pandemia ha perdido algo de protagonismo y urgencia, Daniel se mantiene fiel a este proyecto (hace poco publicó también un libro infantil). Él siente que tiene algo importante entre manos, una dosis de auténtica humanidad e inocencia que hace falta a muchos de nosotros. Y puede ser. Entre tanta guerra, caos político y crisis socioeconómica nos vendría bien un recuerdo de que hay otras cosas importantes en la vida.
Además de este producto tan íntimo, un mensaje poético en forma de pop folk, el proyecto de Daniel Sacro genera dudas sobre lo que es hacer música en Perú, sobre todo en el caso de un extranjero. ¿Es muy distinto empezar abajo acá y en Argentina? ¿Qué futuro le ve a un género como el folk? Por suerte, tuvimos la oportunidad de conversar con Daniel. Acá nuestra charla.
Provienes del rubro del marketing y de la publicidad, que es mucho más práctico que el mundo de la música, del mundo artístico. ¿Cómo sentiste que necesitabas dar ese paso de un mundo a otro?
Sí. En realidad, no es que ahora me metí en la música y yo venía la publicidad. Te diría que fue al revés. Yo con la música estoy desde los doce años. Ya tocaba, ya estaba mentido en eso y siempre me acompañó, nunca la solté. La diferencia es que cuando hubo que buscar algo a lo que dedicarme, no consideré que debía dedicarme exclusivamente a la música, porque, no sólo me pareció un poco difícil, sino que me ya me daba la sensación de que que la música tiene que ser una pasión. Cuando pasa a ser un trabajo una dedicación full time a veces se pierde eso. Lo veo en algunos músicos, a muchos les va bien con eso y está perfecto, pero también la mayoría al tener que trabajar de eso algo se pierde, esa magia que yo no quiero perder nunca. Yo no vivo de la música ni quiero vivir de eso.
Decidí dedicarme como medio de vida a la publicidad porque cumplía varias cosas que me gustaban. Siempre me gustó escribir, me gusta el mundo de las ideas, me gusta la creatividad y estudié en un instituto en Buenos Aires y trabajé en muchas agencias. Vine a Perú a vivir porque me llamaron de una agencia.
Entonces un poco que van de la mano. Uno es el camino que me da estabilidad, e incluso que me da el dinero para poder producir un disco, para poder tocar, para poder lo que sea. La publicidad es un trabajo que puede ser muy grato (también puede ser ingrato), pero uno sí se relaciona con las disciplinas artísticas. Es lo que está bueno. De repente yo me meto muchísimo en la musicalización de un vídeo o en un spot de radio. Entonces me sumó muchas cosas desde ese lugar y aprendí mucho la síntesis, lo que significa sintetizar en el mejor de los sentidos. Así que yo creo que me aportó cosas, además de aportarme el sustento para seguir haciendo música, porque para hacer música también hay que tener plata. Las cosas en mi vida funcionan bien, no es que una va en desmedro de la otra.
E imagino que tu cerebro publicista debe aportar de alguna manera en tu carrera musical, como el camino que estás tomando.
Ahí es muy contradictorio, porque no. Me cuesta muchísimo poder promocionar lo propio. Soy bueno promocionando y haciendo campaña para otros, pero cuando es lo mío me cuesta y eso le pasa a mucha gente. Igual sí sirvió. Naturalmente hago cosas. No llamaría que me promociono, pero sí que le busco la vuelta a alguna cosa que es post dedicados y en muchas de mis canciones uso esa estética que el es posting, hacer dibujos o frases cortas. Entonces, no me es muy fácil, pero trato de darle la vuelta para para poder difundirlo más. Ahora también tengo un videoclip. Eso pasa mucho: por ahí uno es bueno en cosas con los demás y cuando toca hacerlo con lo propio es más difícil.
Pasando a tu álbum, tiene un nombre bastante enigmático: ‘En mi azotea ya no hay aeropuertos’. Me hace pensar que en tu azotea en algún momento hubieron aeropuertos pero eso cambió. Ahora lo que signifiquen esos aeropuertos queda un poco a la interpretación.
Claro, por ahí te hace creer que hubo por el “ya”, la palabra clave, como que ahora no, antes sí. A mí me gustan mucho las letras y los músicos que juegan con las palabras y que no son literales, que dicen lo que está ahí puesto y chao. Me gustan mucho las canciones, los títulos de disco, las letras que realmente te invitan a interpretar lo que uno quiera. Hay muchos ejemplos de Argentina, por ejemplo, porque es de dónde más mamé, la música que más me representa. Hay casos desde Spinetta hasta Cerati. Hay un montón de ejemplos de gente que manejó las letras con esa ambigüedad. En cuanto al título, yo sé perfectamente de qué habla, pero si te digo eso es como contar el final del chiste o develar la adivinanza. Sí te puedo decir que mi azotea se convirtió en una especie de lugar muy importante para mí en los últimos dos años.
En toda la época de pandemia para mí fue un lugar neutral, donde podía estar afuera sin estar afuera, podía más o menos estar como estaba siempre, sin mascarilla sin nada, con el cielo arriba. En cambio, en mi casa estaba encerrado y en la calle estaba encerrado. Paradójicamente, la azotea es el lugar dónde más pude estar cómodo, y donde más escribi, donde más toqué. Le tomé mucho cariño, mucho valor a la azotea como un lugar mágico, inspirador
Y bueno, el aeropuerto puede ser tan bueno como malo, puede ser ruido. Si ya lo digo, es como tener ruido en la cabeza, la azotea también es la cabeza. Entonces, no hay aeropuertos significa estar en calma, estar en paz. Una de las posibilidades. Entre azotea y aeropuerto siento que había una conexión. Incluso es una frase de uno de los temas que se llama “Bienvenida”. Jugar con esa conexión y con ese enigma y esa invitación a que el otro juegue, a que el oyente pueda interpretarlo como le dé la gana.
Respecto al estilo musical, llama la atención que hoy en día, que se prioriza mucho la tecnología en la música, tú escojas un sonido acústico. ¿Esta es una decisión deliberada o nace de una cuestión de posibilidades?
Es una decisión estética. Yo ya tengo cuarenta años, ya hice, ya grabé también otras cosas, tuve otras bandas. Tuve una banda acá en lima que se llamaba Yuca Mágica y hemos hecho un disco que tiene mucha electrónica (sintetizadores, efectos, una mezcla de lo latino con Tame Impala) y estuvo bien en ese momento, pero ahora en esta época, con lo que me pasaba internamente tanto a nivel interno como externo, que todo estaba tan movido, creo que la mejor estética para contar eso es la más orgánica posible, sin artificios, sin cosas que puedan correr un poco el camino de lo que quería decir. Esto es muy de corazón a corazón. A veces la música no es así, a veces es de mente a mente, a veces es de sexo a sexo. Hay muchos órganos o lugares de donde sale la música, acá es corazón puro. Entonces no podía haber ningún impedimento, ningún paro en esa carretera que va de corazón a corazón. Preferí que los instrumentos de cuerda, la madera, que todo sea muy orgánico, con pocas cosas pero bien colocadas. Básicamente eso, porque sentía que era un disco bastante desnudo, bastante calato, como dicen acá. No quería que se pierda eso.
¿Piensas que tu experiencia en la literatura infantil también tiene algo que aportar en esta faceta musical?
Creo que hay una relación directa en dos de los temas, dos de las canciones. Una es “Todo este cielo”, que está dedicada a mi hijo. Justamente, “Todo este cielo” es todo lo que yo veía desde la terraza, que era como el todo. Es una parte, pero es todo. Y ahí habla mucho de mi hijo y de charlas que nosotros teníamos mirando a los aviones, tirados en la hamaca en la terraza y la otra es la canción “Una vuelta más”, que también el personaje es una niña, quien tiene una pelea con un hombre disfrazado de cangrejo que está en el carrusel (también tiene un doble mensaje). Ahí hay dos mundos infantiles muy fuertes porque a mí me gusta mucho la psicodelia, pero incluso la psicodelia del primer Pink Floyd, donde hay una cosa infantil, como hacía Syd Barrett. Me gusta mucho eso y creo que en los niños o en el mundo infantil hay mucha psicodelia. En esas dos canciones traté de que eso esté presente y el libro es todo el tiempo la mirada de los niños, y algunas de esas miradas son muy psicodélicas. Podría decir que ahí está la conexión.
En la descripción que haces sobre este álbum, hablas sobre muchas dualidades, estados polarizados y ajenos. ¿Sientes que hay una dualidad de niño/adulto que puede repercutir en las canciones, en la forma en que cuentas las historias?
Sin duda. Lo que pasa también es que en toda esta época uno estuvo muy poco en contacto con otros adultos. Desde hace un tiempito que más o menos sí, pero durante muchos meses mi gran contacto era con mi hijo, que era a quien más veía. Probablemente hay bastante de eso, de esa influencia de él, que fue el amor más puro al que me pude aferrar en esta última época. Creo que se trasmite un poco, no solo que hay una canción dedicada a él, sino que trate de encontrar la vibra más pura, más emotiva y aportar algo al mundo desde mi lugar humilde. Sí tiene que ver con esa conexión con buscar cierta pureza, que yo la veo a mi hijo y la veo incluso con ese libro Cuarenta cuentos de cuarentena.
Me parece que hay mucho que aprender de los niños y los adultos la estamos cagando todo el tiempo. Acá, en Perú, lo hemos afuera con la guerra. Todo se va a la mierda y parece que cuando un niño se convierte en adulto la tiende a cagar. Yo quiero recuperar esa pureza que está en la infancia para todo lo que hago, no solo para la música.
Me llamó la atención lo que mencionaste hace un rato sobre que tu objetivo no es hacer una carrera en la música. Una persona que se dedica a la música te preguntaría, ¿cuales son los pasos que seguirías?, ¿cómo sentirías que estás avanzando?, ¿cuál es el fin?
Mi objetivo es tocar y de alguna forma siempre está justificado ahí, en tocar, en grabar, en hacer canciones y por tocarlas, disfrutar y que venga gente. Sí quiero crecer y sí siento que ahora tengo un disco que vale la pena difundirlo más. Pero es buena tu pregunta. Yo quizás también tengo esas contradicciones. No tengo muchos objetivos más fuertes que el poder presentar este disco y volver a presentarlo y, por qué no, viajar y tocarlo fuera de Lima, cosa que todavía estamos en veremos. Si estamos haciendo esta nota también es porque le tengo una fe especial a este disco y creo que vale la pena difundirlo más.
Pero bueno, no te puedo contestar algo puntual. Lo que trato de hacer es dar mi mensaje con la música, en este caso, y mañana será con otra cosa, un libro, mi trabajo. No me quiero quedar con una disciplina y ahora saqué un disco y simplemente quiero que se escuche. Mi único objetivo es que se escuche. Quizá lo que me pasa con lo otro es que no quiero que se convierta en una obsesión. Por ahí está mi respuesta: estar con la música veinticuatro horas en cualquiera de los sentidos siento que puede terminar agotando algo. Quizá por eso mantengo esa prudencial distancia.
Como músico foráneo que está partiendo en Perú, al menos desde esta nueva faceta, ¿qué diferencias sientes que habría si lo hubieras hecho, por ejemplo, en Argentina?
Speaker 0: Tengo la sensación que en Argentina hay más lugar para este tipo de música. Acá me parece que es un nicho. Digo, si fuera que la quiero pegar, estaría haciendo cumbia o salsa. Creo que acá es muy nicho, pero existe. El mejor ejemplo es Alejandro y María Laura, entre otros, pero creo que en Buenos Aires es mucho más grande ese mercado. Esa es la diferencia, la cual no me favorece pero no importa. Esto es lo que me salió y esto es lo que quiero presentar. Sé que hay gente que lo ha escuchado y le gusta. A ellos apunto.
¿No te has planteado llevar esta música a Argentina en algún argumento?
Sí, de hecho estoy viendo la posibilidad. De hecho, yo voy seguido a mi ciudad y en uno de estos viajes que puedo veré si puedo tocarlo ahí, pero, de hecho, yo en Buenos Aires también tenía mi banda de rock y es difícil como en cualquier lugar… muy difícil. No solo es difícil moverse como una banda, como músico, sino lograr que te escuchen. Es tan difícil eso y es tan fácil ahora poder escuchar con un link y tan difícil que la gente apriete ese link. Es increíble. Me pasa a mí como oyente que a veces digo: “Oh, no lo conozco, prefiero seguir escuchando a Cerati o a Babasónicos o a lo que sea”. Hay que tener una apertura mental que incluso a mí, como músico, me cuesta. Cómo no le va a costar a alguien que no es músico. Tiene que ser gente muy curiosa. Así que la gran barrera para los músicos underground, poco conocidos o no masivos es superar ese salto, que la gente diga “a ver, voy a escuchar, no te conozco pero te quiero conocer”. Esa es la gran dificultad.
Imagino que, en este trayecto que llevas, ya has tenido contacto con la precaria industria musical de Lima. ¿Cómo te ha recibido? ¿Cómo la ves?
Yo vivo en Lima desde hace casi nueve años y desde el principio armé una banda, después armé otra… siempre estuve más o menos ligado. La verdad que siempre fue un grabar algo y presentarlo y tocar en La Noche de Barranco, tocar en tal otro lugar. Siempre hubo lugarcitos donde uno se pudo presentar y en general estuvo bueno, no tengo quejas. Es cierto que no hay muchos lugares, pero algo hay. Como te digo, mi propia ambición con la música no es mayor a tocar en un lugar, que venga la gente, que suene bien y que se vayan diciendo “wow, qué bueno estuvo venir”. Esa es mi ambición. Entonces, el circuito puede ser que no haya demasiado, pero con lo que hay para mí está bien y apunto a que cada vez crezca más, porque en la música que estoy haciendo, más folk, creo que hay lugar e incluso bandas como Kanaku y El Tigre se hacen bastantes conocidos.
Lo que me gustaría mucho es salir de Lima. Ir a tocar a Arequipa, ir a tocar al Cusco, porque hay gente dispuesta a escuchar música diferente de lo que suena en la radio o de lo que son las listas top de Spotify. Yo creo que hay y con las redes cada vez hay más. Quizás ya no existe el HIT con mayúscula que antes te daba la radio, ahora el pequeño hit circulando en pequeños nichos. Así que me parece que la época está buena para intentarlo.